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LA TRADICION ORACULAR

Introducción

 El culto de Apolo incluyó el establecimiento de sitios para la profecía por medio de los cuales los dioses podían comunicar a los hombre los sucesos futuros a aquellos que fueran merecedores de ayuda. Las primeras referencias de la historia griega abundan en menciones de rocas y árboles parlantes, ríos, bosques, estatuas y cuevas en los cuales moran ninfas, dríades y daimones que formulan oráculos.

 Los oráculos más famosos de la antigüedad griega fueron los de Delfos, Dodona, Trofonio y Latona, siendo los robles parlantes de Dodona los más antiguos. También los hubo en Claros y Didyma en Grecia; en el oasis de Siwa en Libia; en Buto, Egipto; en Sardis, Asia y en otras numerosas ubicaciones en el mundo antiguo. Si bien es imposible determinar la génesis de las profecías oraculares, es sabido que muchas de las cuevas y fisuras utilizadas en los oráculos griegos ya eran consideradas sagradas mucho antes del nacimiento de la cultura griega.

 El oráculo de Apolo en Delfos subsiste como uno de los misterios irresueltos de los antiguos. Wilder señala que delfos significa vientre, que habría sido elegido por la forma de su caverna y la abertura que lleva a las profundidades de la tierra. El nombre original del oráculo fué Pitón, así llamado por ser la morada de la gran serpiente de ese nombre, fabulosa criatura surgida del limo dejado por el diluvio que destruyó a todos los seres humanos excepto Deucalión y Pirra. Apolo, después de escalar el monte Parnaso, arrojó la serpiente después de un prolongado combate, cayendo su cuerpo en la fisura del oráculo. A partir de ese momento, el Dios Sol, llamado Apolo Pítico, emitió sus oráculos desde aquella abertura. El compartió con Dionisos el honor de ser el dios patrono de Delfos.

 Después de ser vencida por Apolo, el espíritu de Pitón permaneció en Delfos como representativo de su conquistador, y fué con ayuda de sus efluvios que las sacerdotisas estaban posibilitadas de entrar en contacto con el dios.

 El nombre de Pitonisa o Pitia dado a la hierofante del oráculo significa literalmente aquella que ha sido llevada al frenesí religioso por la inhalación de vapores provenientes de materia en descomposición, en este caso se suponía del cuerpo de la Pitón. Es de notar que los griegos consideraban al oráculo de Delfos como el ombligo de la tierra, considerando a ésta como un inmenso ser vivo. La conexión entre el principio de la revelación oracular y el oculto significado del ombligo es un importante secreto perteneciente a los antiguos misterios.

 La historia del descubrimiento original del oráculo es la siguiente: unos pastores que conducían su rebaño en las laderas del monte Parnaso quedaron sorprendidos por las actitudes de unas cabras que se encontraban cerca de un gran abismo. Estos animales efectuaban una especie de danza y emitían extraños quejidos como nunca antes habían escuchado. Uno de los pastores se acercó a la abertura de la que se desprendían fuertes vapores. Inmediatamente quedó inmerso en un éxtasis profético, comenzó a danzar y cantar para luego predecir eventos futuros. Otros se acercaron con igual resultado. La fama del lugar se fué esparciendo, y muchos se acercaron para saber acerca del futuro por medio de la inhalación de sus vapores, mientras eran llevados al borde del delirio. Algunos de los llegados, se descontrolaban arrojándose a las profundidades del abismo. Para prevenir el peligro fué construido un cerco alrededor y nombrado un profeta para actuar de mediador entre el oráculo y aquellos que se acercaban a consultarlo. Más tarde, fué colocado sobre la fisura un trípode de oro, ornamentado con la figura de Apolo bajo la forma de Pitón, sobre el que fué colocado un asiento seguro.

 Por muchas centurias desde sus orígenes, damas vírgenes fueron consagradas al servicio del oráculo. Fueron llamadas la Febades o Pitias, constituyendo la famosa orden. Tres días antes del momento elegido para recibir la comunicación de Apolo, las sacerdotisas comenzaban la ceremonia de purificación. Se bañaban en  el pozo de Castalia, ayunaban, bebían solo de la fuente de Cassotis, y antes de subirse al trípode mascaba unas hojas de laurel. Se ha dicho que el agua contenía sustancias que producían visiones alteradas, o que los sacerdotes de Delfos producían gases intoxicantes que conducían hacia la fisura. Ninguna de estas teorías ha sido probada, ni tampoco explica la exactitud de las predicciones.

 Cuando la joven profetisa había completado el proceso de purificación era conducida hacia el trípode. A medida que  inhalaba los vapores se transformaba como si un espíritu diferente ocupara su cuerpo. Ella luchaba, tiraba de sus vestiduras y gritaba. Luego de calmarse y adoptar una postura majestuosa, con los ojos fijos pronunciaba las palabras proféticas. Las predicciones eran en la forma de versos en hexámetro, pero las palabras eran frecuentemente ambiguas y algunas veces ininteligibles. Cada sonido emitido, cada movimiento de su cuerpo, era registrado por los cinco Hosii, hombres santos, que hacían de escribas para registrar todos los detalles de la adivinación. Los Hosii eran designados de por vida y seleccionados de los descendientes directos de Deucalión.

 Luego de la deliberación del oráculo, la Pitonisa volvía al trance luego de lo cual el espíritu la dejaba en libertad.

 Jámblico en su disertación acerca de Los Misterios describe como el espíritu del oráculo, un daimon o aún Apolo mismo, tomaba control de la Pitonisa y se manifestaba a través de ella: " Mas la profetisa de Delfos, ya sea que diese oráculos a la humanidad a través de un ardiente espíritu, irrumpiendo desde la boca de la caverna; o bien estando sentada en el adytum en un trípode de bronce o en una banqueta con cuatro pies, ella deviene santa para el Dios; en todo caso, ella se entrega enteramente al espíritu divino y es iluminada con un rayo del fuego divino. Entonces El se hace presente y la ilumina, diferenciándola de toda otra cosa presente".

 Entre las celebridades que visitaron el oráculo de Delfos estuvo el inmortal Apolonio de Tyana y su discípulo Damis, quién consultando al oráculo si su nombre sería recordado por futuras generaciones recibió una contestación afirmativa, aunque aclarando que siempre sería calumniado, como la historia lo confirmaría.

 Los relatos referidos a la consulta al oráculo de Delfos nos describen el evento: a medida que el espíritu que habita los vapores que salían de la fisura penetraban el cuerpo de la sacerdotisa, el trípode vibraba bajo la acción de los fuertes bocanadas que recibía. Se oían potentes tañidos que resonaban por el eco de la caverna. El estruendo aumentaba a medida que el control del espíritu sobre la sacerdotisa se hacía más completo, y los crujidos y traqueteos no tenían fin hasta que el espíritu cesaba su control sobre la Pitia.

 Los tres pies del trípode simbolizarían los tres períodos de tiempo controlados por Apolo, pasado, presente y futuro. El espacio determinado por el trípode forma el tetraedro, el cuerpo sagrado de los pitagóricos con la profetisa sentada sobre su ápice (vértice superior) y así como la sacerdotisa es sostenida sobre el abismo soportada por las tres patas, de igual forma la naturaleza espiritual del hombre es sostenida por tres hilos dorados de su naturaleza divina.

La necesidad de la comunicación oracular

 Si bien la pitonisa de Delfos emitió su última proclamación hace ya 1500 años, nunca se ha permitido que su voz se desvaneciera de la memoria. Los historiadores desde tiempos de Herodoto han deliberado acerca de sus palabras, métodos y misterio. Cada gastada piedra y cada inscripción rota del templo han sido examinadas cientos de veces bajo la esperanza de nuevos descubrimientos en una de las maravillas de la antigüedad. La pitonisa misma, entronizada en su trípode, con los ojos cerrados en trance extático, ha continuado inspirando a poetas, artistas y narradores a través de generaciones.

 Preguntándonos cuál es la base de nuestra fascinación por el oráculo de Delfos, la respuesta más común es que los seres humanos siempre se preguntaron acerca de su futuro, investigando en todas las posibles fuentes para la precognición. Esta explicación tiene varias falencias.

 Si el estudio del oráculo de Delfos hubiera sido motivado únicamente por el hecho de tener una vislumbre del futuro de la humanidad los eruditos lo habrían abandonado hace tiempo. La pitonisa, a diferencia de las legendarias sibilas, mostraban poco interés en la previsión de eventos globales o la profecía de épocas futuras. Sus pronunciamientos nunca excedieron el marco de su propio orden cultural. Las respuestas de Delfos que han llegado hasta nosotros a través de la leyenda reflejan las preocupaciones de una era de contiendas, enfocándose a veces en las actividades guerreras de facciones locales, la colonización de territorios extranjeros, y los vaivenes de las fortunas personales.

 Sabemos por Herodoto, por ej., que el oráculo denegó la inquietud de Laconia por la conquista del territorio de Arcadia pero sugirió la destrucción de la vecina Tegea en cambio. Creso, el regente de Lidia, fué advertido que su campaña militar contra Persia destruiría un poderoso imperio- el imperio que cayó fué justamente el suyo. Si bien interesantes desde el punto de vista histórico, pronunciamientos de este tipo ofrecen poca inspiración para los lectores actuales.

 Además el interés por las respuestas oraculares se ve adicionalmente disminuido al saber que sólo una reducida fracción de ellos es auténtica. De los 535 oráculos analizados por el clasicista Joseph Fontenrose, solo 75 fueron juzgados históricos. Respuestas históricas son aquellas que fueron registradas al tiempo que fueron dadas, frecuentemente en placas de estaño, o fueron atestiguadas por un escritor viviente al tiempo de los sucesos. Fontenrose determinó que muchos de los oráculos estaban basados en historias de pasadas edades, interpolados con el folklore, o realizados con propósitos literarios. La práctica de fabricar profecías después de los hechos o de reubicar los oráculos a lugares más convenientes en el registro histórico fué común entre los cronistas antiguos. Su intento no fué el de decepcionar, sino el de expresar el subyacente significado divino de los eventos señalados.

 Convencidos que los pronunciamientos de Delfos no pueden arrojar mucha luz sobre la cultura contemporánea, se podría decir que la pitonisa satisfacía los anhelos de sus devotos de conocer el futuro, y que este solo hecho justifica su estudio. Mas este razonamiento estaba basado en un error. Fontenrose encontró que solo dos de las 75 respuestas históricas ofrecía claras predicciones del futuro. Aún en los oráculos legendarios, las predicciones no son comunes, ocurriendo solo en el 20% de los casos.

 No puede sorprender entonces que los peregrinos a Delfos no se alinearan a sus puertas para rogar por una vislumbre de sus futuros. Mas aún, muchos personajes del mundo clásico hubieran considerado impía la búsqueda de un conocimiento previo de los eventos. Ellos creían que la humanidad tiene su ser dentro de la matriz del Ser Divino, y que los destinos personales no son totalmente nuestros como para pretender determinarlos y controlarlos. Desde su punto de vista la correcta acción espiritual es la de alinearse uno mismo con el gran destino y promover sus intenciones a través de la recta acción. Así se serviría tanto a los propósitos divinos como a los personales. El oráculo ofrecía una fuente de revelación y guía para el conocimiento de la voluntad de los Grandes Realizadores, los Dioses.

La unión con la Matriz de todo Ser

 El arte adivinatorio está fundado sobre el principio de que la vida se desarrolla dentro de una matriz unificada de existencia. Todos los elementos de esa matriz están conectados unos con otros y con el todo. La matriz y sus elementos no son mudos, sino que constantemente están emitiendo señales acerca de su naturaleza, sus intenciones y sus relaciones. La tarea del adivino es la de recibir e interpretar dichas señales con especial claridad. Todo lo cual tiene estrecha relación con el símbolo. Plotino mencionaba al respecto: "sabios son quienes en cada cosa saben leer otra".

 Todos los miles de métodos de adivinación empleados a través de las edades están basados en el principio de las correspondencias universales. La posición de los cuerpos planetarios puede ser consultada para fijar una fecha de boda porque el casamiento y los planetas se consideraban ligados por relaciones interactivas. La forma de las columnas de humo que se elevan de una ofrenda encendida por un suplicante podía señalar la aprobación de un dios porque, en tan sublime momento, el suplicante, dios y el humo se interrelacionaban para manifestar una condición de bendición. Ningún elemento de la naturaleza era considerado sin valor para convertirse en fuente de guía espiritual.

 Para la mayoría de los hombres del mundo antiguo, la matriz que unía a todos los seres era divina en su esencia. En todo el universo era percibida su autoría, y su voz era escuchada hablando a través de árboles y pájaros, peces y animales, cascadas y ríos. Los mismos seres humanos podían dar mensajes oraculares debido a que la presencia divina podía encontrar expresión a través de ellos.

 Jámblico escribió un tratado que buscaba crear un marco filosófico para la comprensión de las artes sagradas. El enfatizaba que los oráculos y las adivinaciones son posibles debido a que la potencia universal que interpenetra el universo desea comunicarse a través de toda la manifestación. Por su propia naturaleza, esta fuerza impulsa y acrecienta nuestra facultad de comprensión, haciendo posible una relación más profunda con ella. Los individuos que tienen una tendencia más fuerte para recibir y expresar tales comunicaciones están dotados para ser practicantes de estas sagradas artes.

 Muchos grandes filósofos del mundo antiguo consideraban a los oráculos como sagrados. Sócrates confiaba en la guía de fuentes como el oráculo de Delfos, los vuelos y cantos de los pájaros, el particular encuentro con algunas personas, y la chance de escuchar algunas palabras estando junto a una multitud. El también afirmaba recibir los consejos de una voz interior, su daimon. Jenofonte decía que el filósofo muchas veces decía: "la divinidad me ha dado un signo". Sócrates también daba consejos o advertencias a sus seguidores, basado en la autoridad de su divina guía; Jenofonte notó que aquellos que los seguían prosperaban, mientras que quienes así no lo hacían luego se arrepentían.

 Sócrates decía que los individuos nunca debían acercarse a los oráculos por asuntos triviales ni con preguntas que ellos podían contestarse a sí mismos después de un cuidadoso estudio. Solamente aquellos temas que se encuentran ocultos a los mortales debían ser llevados a los dioses para su iluminación. Y no hay falta de ellos, dado que los más profundos aspectos de la vida están fuera del alcance de la razón.

 Platón tenía a los santuarios oraculares en tan grande estima que los constituyó en piezas centrales de sus ciudades ideales. En La República y Las Leyes, el describió a los líderes consultando a los oráculos como guía sobre donde establecer templos, venerar a las entidades divinas y promover canales de comunicación entre los humanos y el mundo invisible. Para Platón la realidad espiritual era de un orden superior, constituyendo el fundamento de toda realidad material. De tal forma, la primera tarea de toda comunidad era la de establecer las apropiadas relaciones con lo sacro. Lo sagrado puede expresarse de muchas maneras : a través de la inspiración del arte y la poesía, a través de las extáticas celebraciones de los divinos misterios.

 Practicadas en sus formas más elevadas, las artes oraculares otorgaron valiosos fundamentos al mundo antiguo. Ellos ofrecieron guía, iluminaron el pasado, confirieron sentido al presente, trazaron imágenes del futuro y revelaron la interna coherencia de los eventos más dispares. Tal vez su mayor contribución fué la de abrir un espacio de conexión con lo divino que permitió a los hombres sentirse penetrados por el pneuma que interpenetra la manifestación.

El mensaje perdurable de Delfos

 En el año 362 el emperador romano Juliano envió un emisario a Delfos. Su propósito fué el de ayudar a revivir el famoso oráculo, cuya llama estaba prácticamente extinguida debido a la negligencia y el asalto. La leyenda menciona que cuando el emisario preguntó que se podía hacer para restaurar el santuario, recibió una sombría respuesta:

"Di al rey que la gran casa ha caído.

Apolo ya no tiene su morada, ni brotes de laurel sagrado;

Las fuentes están silenciosas, las voces están calladas".

Estas palabras fueron comunicadas como la proclamación final de las sacerdotisas.

 Tres décadas después, el último templo de Apolo fué saqueado y demolido por el emperador Arcadio. El altar de Delfos fué destruido con particular cuidado. Prácticamente todas las estructuras interiores del templo, incluyendo los altares, el adyton, y las estructuras del culto, fueron reducidas a polvo.

 Desde nuestra perspectiva actual, es de lamentar la pérdida de tan importante santuario. Nos podemos preguntar como es que la pitonisa misma encontraría sentido en el destino de Delfos.  Si recordamos que en la cosmología griega los ultérrimos creadores, preservadores y destructores son los dioses, podemos suponer que dicha situación sería comprendida filosóficamente. El oráculo podría recordarnos que las deidades son capaces de cuidar sus santuarios cuando así lo quisieran, como evidencian muchas leyendas. Cuando los persas atacaron Delfos durante la quinta centuria, por ej., Apolo produjo no solo aluviones de rocas que cayeron sobre el enemigo, sino que materializó un gigante espíritu guerrero que aterrorizó a los invasores. Similares hechos podrían haberse empleado para batir en retirada unas pocas tropas romanas 700 años más tarde. De aquí que se puede concluir que los dioses permitieron o tal vez dirigieron  la destrucción de Delfos en ese particular momento histórico.

 La imaginación debe guiarnos cuando no se dan oráculos, mas no es dificultoso encontrar razones de porque los Dioses han permitido la caída de Delfos. La lujosa habitación de los tesoros del templo, los crecientes pagos que debían afrontar los peticionantes, los sangrientos sacrificios animales, la cohorte de sacerdotes que caminaban alrededor sin mucho que hacer entre ceremonias; tal vez los dioses se cansaron de tales formas y convenciones. Hasta los símbolos del laurel y el trípode, la fuente de las libaciones y el omphalos habían perdido su numinosidad hacia la cuarta centuria.

 En tiempos de Plutarco la sacerdotisa ideal era una que no sabía leer ni escribir y que conocía muy poco del mundo más allá de su limitado ámbito. Ella se hallaba confinada y sin contacto con extranjeros. Era probablemente imposible obtener de tal persona un oráculo en hexámetro. Y aún si tenía la gracia de pronunciarlo con arte lírico, su valor estaría perdido para sus peticionantes, cuyas preguntas giraban alrededor del dinero, propiedades, beneficios políticos, y todas aquellas cuestiones que Sócrates consideraba indignas de atención por parte del oráculo. Los antiguos consideraban que la verdadera adivinación ocurría cuando la divina presencia se conjugaba con la receptividad humana. Seguramente las instituciones oraculares de la antigüedad tardía no podían seguir alimentando la fuerza espiritual de dioses y mortales.

 Como indicio final del porqué los Hados pueden haber desmembrado su santuario, podemos hacer referencia a sus orígenes mitológicos. El santuario de Delfos pertenecía originalmente a Gea, la generadora primordial y sustentadora de la vida, venerada por milenios. Delfos permaneció como oráculo de la Tierra aún después que el Sol-Apolo la reemplazó como patrono. El abrió una grieta en los misterios del mundo subterráneo a través de los sueños y visiones. La inspiración Gea-mántica era accesible a todo aquél que podía recibirla. Como vemos en la leyenda del pastor de ovejas, la gente de todas las regiones eran envueltos por el aliento divino que emanaba de la Tierra y los llenaba de interior exaltación. Algunos peregrinos se convertían al sacerdocio. Otros retornaban al pueblo para ser poetas o profetas. Mas entonces se tomó la decisión de restringir el acceso universal a dicha experiencia, restringiéndola a sólo unos pocos individuos, e imponiendo estrictas regulaciones. Tal vez los viejos santuarios fueron destruidos para que los individuos pudieran redescubrir su interna conexión a Gea en renovados lugares.

 El mensaje perdurable de Delfos está inscripto en sus ruinas así como en su leyenda. Los templos se elevan y caen, mas la consciencia oracular es imperecedera. Los santuarios oraculares del mundo antiguo han servido de fuente de sagrada canalización.  Y si bien las antiguas vasijas están quebradas hace tiempo ya, sus contenidos están presentes por siempre, urgiéndonos a una respuesta, voz a voz, corazón a corazón. 

                                                                         Marcos Lewin